Las fechas navideñas suelen ir cargadas de buenas intenciones y grandes propósitos de cara al nuevo año. Este final de 2015 nos ha traído también un montón de promesas electorales. Pero más allá de lo que la política hace o deshace, lo que a menudo puede lograr que nuestros deseos se cumplan es la acción colectiva, el esfuerzo de una comunidad ciudadana activa que establezca fuertes lazos entre sus integrantes.
El sábado 19 de diciembre –día de reflexión, anterior al de las elecciones generales– se celebró la jornada ¡Viva La Oliva!, que al igual que otras iniciativas enmarcadas en el proyecto Luces de barrio, quería alumbrar, en sentido literal y metafórico, una zona alejada del centro de Sevilla y por tanto no turística, pese a su abundante patrimonio cultural. De hecho, la implicación como coordinadores de los arquitectos Inés Almorza y Antonio Laguna (promotores de la iniciativa Jane’s Walk Sevilla), junto con Stefan Häring, comenzó como el encargo de un proyecto de diseño de iluminación promovido por el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla junto con Nomad Garden. “Aunque creo que ya se olían que el componente vecinal iba a ser importante”, comenta Antonio.
En efecto, el estatus socioeconómico de esta zona perteneciente al Distrito Sur y el abandono por parte de las administraciones parecen haber motivado la existencia de numerosas asociaciones que trabajan por el barrio en diversos ámbitos. Así, conviven actualmente en La Oliva colectivos de amplia trayectoria con otros bastante jóvenes, por lo que el relevo generacional parece garantizado. Paradójicamente, pese a que sus respectivas labores sean importantes para la barriada, esa coexistencia ha llevado con los años a roces, suspicacias y verdaderos enfrentamientos entre asociaciones.
En su trayectoria en Jane’s Walk, que suele funcionar también con el apoyo y la coordinación de colectivos locales, Inés y Antonio han adquirido cierto bagaje como mediadores o facilitadores entre agentes diversos. “Una vez que comprobamos que la situación en La Oliva no era idílica, tuvimos claro que la prioridad era diseñar un evento inclusivo”, explica Antonio, “ya que éramos conscientes de que nuestra idea podía provocar conflictos y rivalidades”. Así que centraron su labor en limar asperezas, generar cohesión e implicar al máximo número posible de entidades.
A tenor de lo visto el sábado, la estrategia resultaría acertada. “Si es aventurado hablar de proyecto participativo, al menos creo que hemos logrado una corresponsabilidad por parte de los colectivos en buena parte de las actuaciones”, afirma Antonio. Según él, una vez que supieron conectar con los representantes de esos grupos, el proyecto fue construido en gran medida con sus propuestas y facilidades: “Lo que mejor hemos hecho es escuchar”.
Planteada como una fiesta-homenaje a La Oliva y a ese vecindario comprometido, la jornada del 19-D estuvo llena de actividades que buscaron resaltar sus valores, desconocidos y a veces ignorados en el resto de la ciudad.
Todo empezaría desde bien temprano con la construcción de un auténtico olivo navideño como símbolo del barrio en estas fechas, iluminando un árbol de globos blancos que imitaban la estructura vegetal de tipo fractal. A lo que parecía, la cosa iba de botánica.
Fdo. JWSVQ.