La organización de ¡Viva La Oliva! lo subtituló recorrido a bombo y platillo, y lo cierto es que no fue para menos. Poco antes de las 17:00 horas, tras el exquisito almuerzo vecinal y con el escrache artístico aún en marcha, locales y visitantes nos animábamos a base de anís y mantecados. Poco después ya estábamos listos para seguir a la Banda de la María recorriendo las calles y plazas de La Oliva con su contagiosa música, en un espectáculo digno de las mejores marching bands. Tras el clásico titubeo inicial del público, todo se disparó cuando algunos vecinos del barrio empezaron a coger el megáfono y a cantar consignas, empujando y arrastrando a los demás a seguirnos en nuestro recorrido hacia la Plazuela del Estanco, a la que volveríamos para culminar las actividades de la jornada.
No era una procesión de las que acostumbramos a presenciar en Sevilla, desde luego. Aquello tenía mucha más pinta de un desfile callejero en Nueva Orleans, con señoras, jóvenes parejas y niños correteando y bailando en torno a esta fabulosa formación de vientos y percusión. Una explosión de júbilo musical en forma de funk, el jazz más bailable, ritmos hip-hop y músicas del mundo, sin dejar de lado los clásicos populares de la charanga y los villancicos, que fueron coreados por todos los acompañantes. La cercanía en minutos del derbi Betis-Sevilla y la parada en las respectivas peñas del barrio para cada equipo depararon incluso algún himno futbolístico, para deleite de muchos y chanza de otros. El pasacalles también saludó a otros colectivos de la barriada, como Tierras del Sur y la Comunidad General de Propietarios.
Por fortuna, fue desde la propia barriada que se sugirió esta opción de música en movimiento para completar la jornada, siendo tal vez conscientes del atractivo que podía suponer. “Sabíamos que no podríamos abarcar toda la extensión de La Oliva, pero al ser tan amplia queríamos llegar al mayor número de zonas posibles con las actividades”, nos explicaba Antonio Laguna, de la organización. El pasacalles resultó, al mismo tiempo que una celebración y una convocatoria a los actos finales, una especie de nuevo mapeo de La Oliva, en este caso emocional: a medida que avanzaba el desfile, asistíamos a los saludos de complicidad con los vecinos que se asomaban al balcón, gente que tendía la ropa, quienes bailaban desde la terraza de un bar… Muchos de ellos se unieron a la comitiva y acabaron también en la Plazuela del Estanco, bailando y brindando.
Allí tuvo lugar la traca final de la Banda de la María, cuyos integrantes también se dejaron contagiar por el ambiente festivo. Tras concluir su actuación, algunos de sus miembros aún se mostraban encantados por la acogida y decían haber disfrutado de este auténtico pasacalles por un barrio, frente a las propuestas habituales donde se les contrata para animar el centro de las ciudades o zonas más destinadas al turismo. El sábado 19 de diciembre vivieron de cerca el carácter aperturista y festivo de los vecinos de La Oliva, demostrando que también la música es mucho más enriquecedora como experiencia colectiva.
Fdo. JWSVQ