"El cerebro de la cabeza anduvo toda la vida retrasado con relación a las manos, e incluso en estos tiempos, cuando parece que se ha adelantado, todavía son los dedos quienes tienen que explicar las investigaciones del tacto, el estremecimiento de la epidermis al tocar el barro, la dilaceración aguda del cincel, la mordedura del ácido en la chapa, la vibración sutil de una hoja de papel extendida, la orografía de las texturas, el entramado de las fibras, el abecedario en relieve del mundo. Y los colores.” José Saramago, ‘La caverna’.
Visitando el Huerto del Rey Moro y el barrio que lo arropa ha sido casi inevitable recordar el arte de pensar con los dedos al que aludía Saramago. En estas calles la actividad artesanal y colaborativa invita a soñar con revivir el concepto de barrio como espacio de convivencia. Aquí las puertas están abiertas: los artesanos y artesanas de la calle Pasaje Mallol, el Huerto, los vecinos y las vecinas y el colegio Huerta de Santa Marina, comparten su saber y su tiempo construyendo experiencias en común con las manos. El Huerto, con sus 15 años de gestión ciudadana, de actividades lúdicas y educativas es su máximo exponente y un ejemplo de la ciudad contemporánea más deseable.
En este lugar del que hablamos, una confluencia de deseos ha movido a muchas manos jóvenes y adultas con un único sentir y el objetivo de embellecer un espacio donde se dan experiencias singulares para un entorno urbanita.
En la vecina Pasaje Mallol, cientos de dedos, como minúsculos obreros, discurren mientras moldean nuevos e imaginativos objetos. Desde la calle, el sonido del yunque y el martillo revela el trabajo de Álex el herrero, que fabrica unos árboles futuristas diseñados para mecer los farolillos de lata que, mientras tanto, decoran manos vecinas y perfora con paciencia la artesana Panke y su punzón. Las formas que cotidianamente dibujan las cerámicas de Tetera de Madera ormanentan esta vez las lámparas naturales pensadas por Darío Mateo. Las semillas del Piperrak Urbano han dado su fruto y son recolectadas para dar vida a grandes calabazas lumínicas. Cebollas, puerros y zanahorias generan sus propios discursos sobre las lámparas en el atelier de Hisabelia para después colgar de la higuera del Huerto. Así, los talleres de Pasaje Mallol, fervientes de labor y movimiento, recuperan tras más de un siglo la artesanía y lo manual.
Después de semanas de trabajo en común, llega el gran día, y minutos antes de la visita, se expande desde el horno del Huerto un delicioso olor a pan de calabaza. Mientras, Luciano va de un lado para otro recolectando verduras para la sopa de la cena popular. El mismo que ha diseñado la vida vegetal del huerto, buscando la arquitectura perfecta en una naturaleza, que día a día trata de mostrar a las generaciones que vienen para que aprendan a amarla desde su ciudad.
Fdo. Surnames