Dracaena draco (L.) L.
AgavaceaeLas Canarias forman parte de todo un conjunto de archipiélagos, rico en especies endémicas, situados frente a un área que va desde el Cabo San Vicente portugués hasta las costas atlánticas de Marruecos, la llamada Macaronesia -que comprende los archipiélagos de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde-, término de origen griego que significa Islas Afortunadas, que es como conocían los clásicos a estas islas situadas en los confines del entonces mundo conocido.
Islas por tanto fantásticas, llenas de prodigios, desde antiguo, los viajeros habían llegado hasta estas regiones extremas buscando un dragón cuya sangre tenía propiedades curativas. La sangre de dragón, sin embargo, no se extraía de este animal legendario, sino de un árbol que de todos modos toma su nombre de ese ser fantástico, el drago. La confusión viene del color de la savia, que se vuelve roja en contacto con el aire y se asemeja así a la sangre, por lo que se pensó que se podía usar de manera medicinal para todo lo que tuviera que ver con la sangre, por ejemplo cerrar heridas, cuando no con la prolongación de la vida; así, en el Antiguo Egipto parece que fue usado para embalsamar y momificar. La propia longevidad que pueden alcanzar estos árboles, como el espectacular ejemplar de Icod de los Vinos de Tenerife, al que se le atribuyen 3.000 años de edad, puede justificar el hecho de que durante siglos la “sangre de dragón” haya sido vista como un elixir mágico que alarga la vida. Precisamente fue Tenerife la primera escala de la expedición de Magallanes. El 26 de septiembre de 1519, como ya hiciera Cristóbal Colón, se realizó esta parada necesaria de avituallamiento antes de cualquier periplo más allá del Atlántico, parada tranquilizadora desde la cual los expedicionarios de Magallanes podían felizmente soñar con nuevos paraísos por descubrir.
Por su potente simbología es pues el drago un árbol emblemático de esas Islas Afortunadas asociadas desde la Antigüedad con el Paraíso. Es interesante en este sentido que en una pintura contemporánea a la expedición de Magallanes, la tabla referida al Edén del espectacular tríptico El Jardín de las Delicias de El Bosco, aparezca formando parte de ese Paraíso, junto a Adán y Eva, la representación de un drago. A pesar de que una de las últimas investigaciones apuntan a que, en un primer momento, el pintor no incluyó el drago en la composición original, lo importante es que quien lo pintara consideró que, si existe un paraíso, en él debe estar este árbol cuya savia parece favorecer la vida eterna.
Los magníficos ejemplares de drago que habitan los jardines del Palacio de Orléans y Borbón de Sanlúcar de Barrameda justifican por sí solos la visita a este jardín planetario. Con más de 150 años de antigüedad, son posiblemente de los pocos especímenes que se conservan de la plantación original realizada por el jardinero jefe Lecolant, siguiendo las instrucciones del mecenas Antonio de Orléans. Árboles que simbólicamente conectan al jardín de los Montpensier con las Canarias, con África y con América, la familia de dragos que vive en este entorno de Sanlúcar es considerada el grupo más numeroso de Europa continental.